Doc.613 nº2

  • Crowfunding: Ramón Barea y Pabellón6

    Ramón Barea. Actor y director de teatro.
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    En el ‘84 cinco compañías de teatro (Cobaya, Karraka, Kukubiltxo, Orain y Teatro Estudio) aúnan fuerzas para poner en escena Oficio de Tinieblas ¿Esta iniciativa se toma como precedente para la aventura de Pabellón6?

    Es verdad que puede parecer ese fenómeno. Me llama la atención que lo digas porque lo suelo citar como suceso extraño pero que, sin embargo, en ese momento, obedecía a una cierta lógica, a una cierta necesidad. 

    Yo creo que en el País Vasco, y en Bizkaia en concreto, no se han acabado de consolidar proyectos de teatro, no me gusta decir empresas de teatro. De hecho, la generación profesional más antigua, la de los años ‘70, que es a la que yo pertenezco, un poco al calor del teatro independiente, formamos las empresas más estables y más consolidadas. Eran compañías de 6 o 7 personas, que ahora es insólito, aunque en Karraka llegamos a ser más.
    De pronto en Bizkaia ha habido como una desertización de compañías de teatro. La mayor parte de las que hay hacen teatro de calle o teatro infantil y viven demasiado al calor de las fiestas populares, de la marijaia, de carnavales o del circuito de barrios de Bilbao. Y, si te preguntas, ¿cuál es la compañía por excelencia de Bizkaia? No la hay. Y si la hay es de calle, o infantil.
    Es curioso porque en el ‘84, cuando se hace Oficio de Tinieblas entre varios grupos la tentativa era crear un poquito más de fuerza, de apoyo entre las compañías que en aquel momento estaban más potentes para hacer un espectáculo más allá de lo que la supervivencia de cada grupo permitía. Y ahora hemos llegado al mismo sitio, la gente hace en muchos casos trabajos de pura supervivencia, las compañías son cada vez más pequeñas, y los mayores nos hemos ido..., era más fácil.
    Yo ahora estoy de cabecera de cartel en la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Aquí tendré que esperar un par de años para hacer el siguiente proyecto con Arriaga; aquí se enfadan, pero me siento más querido y más apreciado profesionalmente fuera de Bilbao que aquí.
    Es cierto que aquello fue una tentativa de juntar fuerzas para crear un espectáculo imposible como era lo de Cela, con cinco grupos, juntando focos, furgonetas…, sin un duro. Nadie nos dio dinero para hacer Oficio de Tinieblas. Cela, con el que estuvimos, nos dijo que nos cedía los derechos de autor “porque basta que os hayáis leído eso que ni los críticos han leído, para que yo os de dinero para el decorado”.

    En aquel momento, en el ochenta y tantos, el teatro independiente tiene una clientela muy especial, contestataria, reivindicativa, se disculpaban mucho las cuestiones estéticas y se apoyaba mucho a las cuestiones de contenido. Tenía algo de ritual.
    Me acuerdo que en espectáculos de calle, pasando la gorra, a veces se sacaba más dinero que el caché que daban los ayuntamientos, las comisiones populares de fiesta que había en aquel entonces. De pronto, con la democracia, la gente quería ver Jose Carlos Plaza o quería ver cosas con una escenografía muy grande, y con actores muy conocidos. Y pasó que el teatro independiente se queda como fuera de tiesto, que los que antes comulgaban con ese teatro callejero o hecho en frontones, ya inclinados por la nueva cocina vasca y por los viajes a Cancún, lo perciben como una ordinariez.
    Tanto hacia ese teatro reivindicativo como hacia el movimiento de la canción hubo un rechazo, luego se ha recuperado de otra manera. Y ves que desapareces del mapa, y [Oficio de Tinieblas] respondía a la necesidad de hacerse visible.
    Ese espectáculo se pensó para pabellones de deportes y estuvo en Bilbao en la Casilla, en Donostia en Anoeta, en Bayona en un festival, en la sala Olimpia de Madrid, en un festival de nuevas tendencias...
    Curioso. No llegó a nada, fue efímero. Algunos grupos desaparecieron, otros siguieron pero no se volvió a hacer nada conjuntamente.

    Igual es una cosa cíclica, en esta actividad tan insegura que tenemos, e igual hay hasta una medida de años, se me ocurre pensar. Cada no sé cuanto se producen este tipo de iniciativas, porque ya no se resiste más.
    ¿Y en qué situación estamos ahora? Te cito mi caso, no puede ser que hagas un espectáculo, Ecografías, y que solamente pudiera estar el año pasado un día, miércoles o martes, un día horrible, en la sala BBK, porque no había forma de meterlo en la programación. ¡Levantar un espectáculo para estar un día en Bilbao! Sin contar con la gente que ni siquiera está.
    Lo del P6 es un poco cubrir ese vacío, que cuando vengas a ver teatro que se hace aquí, sepas que lo vas a encontrar en el Pabellón.
    La idea del P6 es dar preferencia a compañías de aquí, ver espectáculos interesantes que no se han visto porque no han sido programados.
    No se trata de sustituir, eh, no es hacer una cosa en vez del Arriaga, no. Yo puedo hacer un proyecto para Arriaga, pero también puedo hacer una cosa que tenga sentido en el P6, en un no-teatro, en un espacio no convencional.
    La idea no es hacerse el harakiri e irse a una cosa marginal sino, precisamente, y este es el objetivo, dotarle de un estilo especial y que por el tipo de espacio en el que se ubica y por el tipo de cosas que se hacen sea un centro de atracción. Además, está en un contexto, el Zawp, que es interesante.


    Pabellón6 surge muy rápido. En primavera de 2011 se oye hablar de la iniciativa y en agosto Mariví Bilbao está inaugurando el pabellón. Pero, ¿cuál es la intra-historia de Pabellón6?

    Hay unos antecedentes. Un par de años antes, en el barrio de Irala, la asociación de vecinos oye hablar de que se busca una sede para la nueva escuela de artes escénicas y se pone en contacto conmigo para presentar su propuesta, aunque yo no tenía que ver directamente con la escuela, no estaba dentro de la comisión. Como parecía que ya se había solucionado el sitio para la escuela de artes escénicas, iba a ser la Alhóndiga, hablé con la asociación para crear un centro de producción y exhibición en el espacio que ellos proponían; ellos estaban encantados pero el ayuntamiento dijo que no, que aquello se tiraba para hacer viviendas. Ya entonces algo se estaba incubando.

    Por otro lado, Irene [Bau] y yo habíamos filmado un documental: Nos sentamos a Hablar, una iniciativa que también se hizo sin dinero, sin nada. En este documental mucha gente, Luque Taboa, Carlos Gil, Pako Revueltas…, habla de un espacio en donde quepan 300 personas, una sala entre La Fundición y el Arriaga, un espacio intermedio.
    Mucha gente aspiraba a un espacio como P6, por eso te digo que a pesar de personalizarse en algunos casos en mí la iniciativa, creo que es algo que estaba en el ambiente.
    Yo vi este pabellón que pertenecía al proyecto ZAWP y era para jóvenes emprendedores. Y lo que hice fue buscar 13 locos (1). Expliqué el proyecto de P6 al gobierno vasco y de pronto dijeron: “Bueno, vale. No está mal la idea”. Aunque fue, siempre lo digo, meter el pie en la puerta para que no cerraran. Porque las primeras reacciones… bueno, había mucha reticencia sobre el proyecto. Ahora sí ha pasado que P6 tiene presencia en la ciudad y viene gente.
    P6 va a crecer, seguro. Y esto de haber salido por tus medios, también llama la atención. Pero P6 es iniciativa privada, somos 13 fundadores y los socios, juntos para empezar el invento.

    (1)[ Miembros fundadores: Ander Lupus, Blanca Arrieta, Borja Ruiz Irene Bau, Jose Urrejola, Jose Ibarrola, José Montero, Matxalen Bilbao, Nagore Navarro, Nuria M. Cres, Pako Revueltas, Patxo Tellería y Ramón Barea].

    Elegís el crowfunding como modelo de financiación: 200 butacas a 150€.
     
    Ese es un modelo que ya se ha utilizado en el teatro. Yo creo que esa cosa solidaria, hacer una caja para poner un proyecto en marcha, es antigua. Ahora la mercadotecnia le pone otro nombre, pero la idea es la misma, el espíritu es el mismo.
    El teatro Pavón, que ahora es la sede provisional de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, lo cogió una compañía de Madrid cuando el teatro Pavón era una cosa decadente, era como coger aquí la Sala Bizkaia, y lo que hicieron fue vender las butacas y poner en cada una de ellas el nombre del titular. Todavía están y puedes ver la de Ana Belén, la de Víctor Manuel, la de Ernesto Caballero... Yo he buscado la mía pero no la he encontrado por ninguna parte!

    La idea es sencilla, es ir explicando “mira, sale este proyecto, consiste en esto, estamos esta gente y queremos vender una butaca, ¿te interesa?”
    En el caso de P6 usamos correos directos, a gente de la profesión. Luego, del eco, del rebote, aparecía gente que no era directamente de la profesión o que eran espectadores, y en su mayor parte gente de Madrid. Pepe Viyuela es socio de P6 y no ha estado nunca; un día te llama y te dice que quiere ser socio, que le parece estupenda la idea.
    Pero sí, eran correos directos. La fórmula fue esa, usando el correo. De artesanía total. Luego, a través de la página web mucha gente llegó hasta el proyecto. Y es verdad que fue muy rápido, enseguida empezaron a decir “yo me apunto a esto”.

    Desde Pabellón6 queréis, además, habilitar foros, talleres, charlas, encuentros entre el público y los creadores, con el objetivo de crear un tipo de espectador nuevo.
     
    Es uno de los proyectos en los que trabajamos desde dentro del Pabellón. Siempre es el programador, el gestor cultural, el artista… ¿y el público? No tiene nombre, no tiene presencia, no tiene capacidad de decisión, no existe. En algunos sitios se ha cultivado lo de la “sociedad de amigos”, en la práctica no es más que una reducción del precio de taquilla y una información de la programación, pero no tiene presencia. Yo creo que se ha convertido al espectador en un consumidor puro y duro de teatro y su único derecho es pasar por taquilla.
    Nosotros queremos visibilizar al espectador, ponerle nombre y apellido, opinión. No hay ningún teatro que tenga una representación de espectadores y, sin embargo, es el destinatario principal. Podría ser el crítico y no lo es.

    Lo de impulsar sociedades de espectadores, el concepto de escuela de espectadores, no debe limitarse a ser solamente un coloquio. Si alguien está muy interesado en, no sé, en… Harold Pinter, en saber lo que representa, desde P6 podemos organizar clases o ponencias y que las impartan la mejor gente posible. Así se podría construir un conjunto de espectadores alertados, la vanguardia de los espectadores, que incluso se sintiera capacitado para aconsejar a otros. Y que esa sociedad de espectadores pueda ser indistintamente del Arriaga, del Euskalduna, del Pabellón6...
    Ese público nos falta ya desde la escuela, no tiene relación con el mundo de la danza, del teatro. Nosotros nos preguntamos qué es mejor, hacer un espectáculo de danza muy vanguardista que solo lo vaya a ver gente de danza o hacer un proceso de trabajo con, por ejemplo, un instituto. Enseñar el trabajo al comienzo, dos semanas más tarde y al final. De tal manera que el espectador sabe qué problemas se han planteado, qué hacen y por qué lo hacen así. Enseñar los procesos de trabajo, algo que es muy europeo. Aparte de poder hacer talleres, también.

    Aquí nos hemos alegrado de que viene un público que no conocemos. La creación de público hay que trabajársela, pero el espacio también genera un tipo de espectador. Nosotros vemos una gente joven que algún tipo de identificación tiene con el sitio. Hay gente que no pisa el Arriaga como no va a la iglesia de san Nicolás; es también un rollo de estética

    Pabellón6 se define como “un espacio dinámico, que contemple la difusión-exhibición como parte intrínseca del trabajo creativo, que dé prioridad a la visibilización de las producciones vascas, y les permita permanecer en el espacio de la ciudad”.

    Ahora sí queremos fundamentalmente exhibición, pero yo creo que el siguiente paso, mientras se mantiene la exhibición, es poder hacer producciones para el sitio. Producciones seguramente en esos términos de compartir, un poco lo de Oficio de tinieblas. Hacer trabajos pensados para Pabellón6.
     
    ¿Hay voluntad de crear un estilo, una tendencia desde Pabellón6?
     
    Esa es la esperanza que tengo, producir cosas aunque entre en contradicción con el mapa de recursos de Bizkaia. Ese organigrama, muy incipiente, hace que todo sea demasiado simple. Una de las cosas que yo espero es que pueda haber producciones aquí. Y que esto marque un estilo.
    Tengo la esperanza de que, por ejemplo para fiestas de Bilbao, salgamos con un espectáculo, a poder ser sobre la banca. Y ahora mismo sé que va a ser costoso, o igual no, igual hay gente que está más abierta y tiene ganas de mezclarse. Pero echo de menos los equipos estables de trabajo.

    ¿Cuál es el balance tras estos meses?

    Es la sensación de que merece la pena, pero que todavía tenemos mucha pelea. +info:
    Sabemos que va a acabar cuajando, lo que pasa es que está siendo muy doloroso en el día a día. Cuando te vas a casa te preguntas para qué este esfuerzo, con la profesión titubeando, con la administración diciendo esto qué es… pero cuando ves la botella medio llena, dices, esto va a servir seguro, va a aglutinar gente, va a conseguir un espectador nuevo, joven, que tenga otra visión de las cosas, de los espacios y de los sitios. A mí, personalmente, me está sirviendo; me encuentro con problemas de gustos y de estéticas y tengo que aprenderme el crowfunding ese. De alguna manera la veteranía con la gente más joven también funciona favorablemente, pero tarda.
    Nos ha costado meses, pero en realidad nos ha costado poco tiempo, para la reacción que está habiendo.

    Nosotros no pedimos dinero, pedimos presencia en la ciudad.
    Acabamos de empezar y, en ese sentido, cuando estás positivo dices: joder, hemos empezado muy bien, hemos conseguido dejar una impronta en la ciudad. Me parece un lujo que venga la mano derecha del alcalde, con quien estoy oficialmente reñido; me parecen síntomas muy buenos. Eso me hace confiar.
    Para nosotros es importante no perder la autogestión, que la iniciativa no la haga un programador cultural, que salga de aquí, que sea iniciativa privada y además desde dentro de la profesión. Las compañías que saquen su dinero, y que P6 cubra gastos.
    El éxito es ganar al público para demostrar que sí merece la pena este invento.

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