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Echando mano
del vanguardista líder de consulta, frente a las viejas enciclopedias,
denominado Wikipedia, define inmortalidad de forma aséptica y directa ya en su
primera frase: "La inmortalidad o vida eterna supone la existencia
indefinida o infinita que consigue burlar la muerte. A través de la historia,
los humanos han tenido el deseo de vivir para siempre". Como seres humanos
siempre miramos de reojo y buscamos soluciones para eludir a la vieja de la
guadaña que, en todas sus vertientes ha sido, es y será capaz de llenar los
océanos de los vivos con sus historias, porque la tememos en mayor o menor
medida, y porque en ese intento de burla, la desafíamos. Y parece que, aunque
sea un parche espacio/tiempo, parece que lo hemos conseguido. Sí. Porque si a
día de hoy se pueden desafiar las reglas de la evolución terrenal es gracias a
la evolución digital. Y es que las plataformas actuales permiten que nuestro
legado sea algo más que un simple recuerdo para familiares y amigos.
Es quizás,
en ese proceso democrático en el que tod@s podemos volcar nuestra vida y obra
para el uso y disfrute del resto, cuando parece que lo hemos conseguido, sin
darnos cuenta. La eternidad construida en bits. Con la necesidad contagiosa de
volcar nuestro día a día al etéreo mundo digital, sin darnos cuenta, estamos
poniendo todos y cada uno de nuestros pasos en el limbo online, en el que
podemos construir una biografía virtual que nos sobrevivirá incluso cuando ya
no estemos. Sí. Porque cualquiera que acceda a la información que hayamos
volcado durante nuestra vida, podrá ser extraída y utilizada al antojo de quien
la requiera.
Así, nuestra
vida se mide ya, más que en años, en gigas acumulados en la red. Sí. Gigas.
Porque aunque los que hemos visto el desarrollo de internet a nivel de usuario
aún tenemos presente un antes y un después de la era digital, los hay que, naciendo
con suerte o sin ella, forman parte inevitable del espacio internauta incluso
antes de abrir los ojos por primera vez.
Páginas
webs, perfiles de redes sociales y demás, campan a sus anchas, flotando en el
mencionado limbo digital, mientras que aquellas personas que los activaron,
buscaron una segunda oportunidad abriendo otros nuevos o lamentablemente, cumpliendo
con el ciclo natural, pasando a mejor vida. Las malas lenguas online dicen que
más de 200.000 usuarios de la red social de Mark Zuckerberg mueren cada año...
Lo que ahora
parece un problema casi menor del que preocuparse, pero que inevitablemente
tendrán que abordar de alguna forma en un futuro no muy lejano, debido a que el
ritmo de crecimiento de Facebook le pone cada vez más cerca del
billón de usuarios activos. Sí. Un billón, con "b". La solución al problema,
responde a modo de parche, lo que no es de extrañar viendo cómo tratan a los
vivos y la propiedad de todo lo que se vuelca en la plataforma, vulnerando
derechos, como el de la propiedad intelectual, escudándose en un "acepto
las condiciones". -Eso sí... Si todo el mundo lo hace, no puede ser malo,
verdad?-. Pero no nos desviemos del tema. El parche, la "solución" de
Facebook llega de dos maneras distintas. La primera y lógica, permite que un
familiar se ponga en contacto con la plataforma, y tras acreditar relación
directa y atestiguar la defunción del usuari@, la empresa otorga el título
"póstumo" al perfil. No podrán escribir en el muro del/la difunto/a,
pero ahí quedará la lápida digital para ser visitada por propios y extraños. La
segunda es algo así como el camino "largo" a la primera solución.
Tras llevar un tiempo sin actualizar, el programa emitirá "señales"
para que los amig@s contacten en el muro del usuario sin actividad...Aquí es
cuando muchos se llevarán las manos a la cabeza al ver que el/la difunto/a
resucita reclamando la atención de sus amistades... No sé si el camino a la
inmortalidad pasa por la resurrección... Pero tiene su aquel este segundo
punto, ¿que no?
Pero... ¿y qué ocurre realmente con toda esa información que volcamos? ¿Tendremos que añadir cláusulas en los testamentos para que alguien se ocupe de nuestro legado digital? Aunque dentro de todas las bases legales que aceptamos para formar parte del universo online no se menciona y nadie pregunta, lo que ocurre con tus aportaciones queda en el mismo estado de limbo que si de la noche a la mañana dejas de postear en tus plataformas. Eso sí, ya hay quien ha pensado en ello y, por un módico precio, ofrece el servicio post morten de gestión de claves de todas y cada una de las plataformas en las que hacía vida el fiambre. La última voluntad permite, además, escoger si morir virtualmente para siempre o dejar herederos. Además del notario,la funeraria digital estará ahí por velar por cerrar, como mandan los bits, los muros que otrora alimentabas con las teclas de tu computadora. Eso sí... Ese servicio te costará unos euros al mes (y no, no vale dejar la factura para cuando ocurra el hecho en cuestión).
La puerta se cierra, pero la sombra ahí queda, impasible al paso del tiempo hasta que los basureros cibernáuticos se empleen a fondo o el aumento de los bits almacenados hagan descender a los mismísimos infiernos de los buscadores, esperando que alguien saque la pala con forma de teclas y haga una búsqueda en la que aún tengas, aún, algo que decir. El descanso eterno como tal ya no existe en post de la eternidad digital, porque alguien podrá revivirnos con los clicks adecuados. Nuestra oportunidad para esa inmortalidad esta más viva que nunca, y mientras las grandes instituciones y empresas continúen ejerciendo su actividad, que de forma privada gestionan toda la información que en ellas depositamos, el legado digital seguirá vivo... en manos de terceros, pero vivos. Oye... que esa posibilidad siempre apetece más que "la otra vida" que ha ofrecido el sistema religioso hasta ahora.
Feliz eternidad digital. Y que tarde muchos años en llegar ;-)
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http://oskarsueiro.wordpress.com
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0 comentarios → La eternidad de lo digital, por Oskar Sueiro
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